El Ranazutra y algunas técnicas de ligue en anfibios

Adriana Sandoval Comte

La reproducción sexual entre los animales es un tema sumamente atractivo, no solo para los científicos. Aunque pareciera algo sencillo o trivial, esto de la reproducción tiene su chiste y no siempre ocurre del mismo modo, incluso en especies de un mismo grupo. Los anfibios son uno de los grupos de animales vertebrados con una increíble diversidad de posiciones (amplexos) y modos reproductivos, dejando a más de uno maravillado por su originalidad.

Palabras clave: biodiversidad, ecología, ranas, reproducción sexual, sapos.

Fundidas en un largo abrazo sobre una roca a la orilla de un arroyo, dos ranas, lejos del romanticismo que pudiera hacernos pensar esta escena, ponen su granito de arena para evitar la extinción de su especie; y es que no podemos negar que una característica esencial para la sobrevivencia de todo ser vivo, es su capacidad para reproducirse de forma exitosa (Fig. 1).

Aunque pareciera algo sencillo o trivial, esto de la reproducción tiene su chiste y no aplica de igual modo para todos, incluso varía entre especies de un mismo grupo. Prueba de ello son los anfibios, basta imaginar todos los cambios y adaptaciones que han enfrentado, al ser sus ancestros los primeros vertebrados en salir del agua y colonizar la Tierra hace más de 360 millones de años. Sin duda, además de los cambios anatómicos para respirar y desplazarse fuera del medio acuático, muchas especies tuvieron que ingeniárselas para adaptar su reproducción a los ambientes terrestres. En este andar, los anfibios vaya que son creativos, encontrando especies con reproducción totalmente acuática, acuática combinada con terrestre e incluso totalmente terrestre.

Si bien cada especie tiene su propia técnica de ligue, la vista no es el sentido de más peso a la hora de buscar pareja en los anfibios, aunque el tamaño y la coloración siempre ayudan, se ha observado que los anuros (ranas y sapos) utilizan principalmente el canto para buscar y atraer pareja, mientras que los caudados (salamandras) y los gymnophiona (cecílias), dependen casi en su totalidad de la química, dejándole al olfato su suerte en el “amor”.

Y si de amantes creativos se trata, las ranas y sapos saltan solos, basta echar un ojo a las más de 7,300 especies que se conocen en todo el mundo, las cuales han diversificado sus cantos, posiciones (amplexos) y modos reproductivos. En este sentido, es importante señalar que la mayoría de las historias de “amor” o mejor dicho de reproducción en anuros, comienza con una atractiva serenata (canto) y un buen abrazo (amplexo); acto durante el cual el macho se posiciona sobre la hembra y la abraza, acaparándola y asegurando su exitosa fertilización de los huevos. Conociéndose actualmente hasta siete posiciones “ranasutricas”, catalogadas dependiendo de la posición del macho y/o de donde se sujeta de la hembra (Fig. 2).

En cuanto a los modos reproductivos, actualmente, se conocen más de 40 en anfibios, cada uno definido por la combinación de características como: el sitio donde son depositados los huevos (agua, tierra, huecos de árboles, sobre vegetación, entre grietas de rocas, dentro de bromelias, retenidos en los oviductos, etcétera); las características de los huevos y la forma de la puesta (en forma de rosario, espuma, como película sobre el agua, en racimo); el desarrollo de la larva, que puede ser de tipo indirecto con una larva acuática llamada comúnmente renacuajo o desarrollo directo, donde nace directamente la cría con la forma del adulto en versión miniatura; y si hay o no cuidado parental de los huevos y/o las crías (Fig. 3).

Algunos de los más sorprendentes modos reproductivos son: las Ranitas cristal, quienes depositan sus huevos fuera del agua sobre el envés de las hojas de los árboles a la orilla de ríos o arroyos que son cuidados por el padre, hasta que las larvas salen del huevo y caen directamente al agua para completar ahí su ciclo a través de la metamorfosis. Otro ejemplo, es el de algunas Ranitas de hojarasca, las cuales tienen reproducción terrestre y de desarrollo directo, depositando sus huevos entre la hojarasca, bajo troncos o entre rocas. O el que tiene la Rana dardo, la cual presenta paternidad dividida en la que el macho cuida los huevos depositados fuera del agua, una vez que nacen los renacuajos, son transportados a su respectiva poza de agua al interior de una bromelia donde serán cuidados y alimentados por la hembra hasta completar su metamorfosis.

Dentro de los modos más extraños están el del Sapo de Surinam, especie completamente acuática, cuyos huevos son absorbidos y llevados bajo la piel de la espalda de la hembra hasta que se abre la piel para liberar a las pequeñas ranitas. El de la Ranita marsupial pigmea, quién guarda por casi un mes sus huevos dentro de una bolsa en la espalda de la hembra (de ahí lo de marsupial), hasta que los renacuajos ya desarrollados (incluso algunos ya con las cuatro patas) salen de la bolsa. Y el del Sapo vivíparo robusto, el cual es a diferencia de la mayoría de anfibios, de fertilización interna y como su nombre lo dice la hembra no pone huevos, sino que da a luz a pequeñas ranitas ya formadas (Fig. 4).

Sin duda, la reproducción en los anfibios es amplia y sorprendente, no obstante, su estudio aún sigue siendo escaso y aunque pareciera de poca relevancia, estudiarlos nos ayudará a generar soluciones y plantear proyectos que mejoren la conservación y protección de las comunidades de anfibios en cada región.

 

Pies de figuras

Fig 1. (Portada). Ranas en amplexo. Foto: A. Sandoval-Comte

Fig 2. Distintos tipos de abrazo nupcial (amplexo) conocidos en ranas y sapos. Imagen modificada de: Willaert et al. (2016).

Fig 3. Ejemplos de sitios donde pueden ser depositados los huevos y algunas formas de las puestas o nidos. Elaborada por: A. Sandoval-Comte.

Fig 4. Algunos ejemplos de la vasta variedad de modos reproductivos registrados en anfibios. Ilustraciones tomadas de: Encyclopædia Britannica, Inc. Modificado por: A. Sandoval-Comte.