Las libélulas "topo"

Rodolfo Novelo-Gutiérrez y Daniel Reynoso-Velasco

Artículo publicado en el Portal Comunicación Veracruzana el día 20 de septiembre 2021

Las libélulas “topo” son miembros de la familia Gomphidae. Los gónfidos son una de las tres familias de libélulas más ricas en especies del mundo. Se les denomina “topo” porque sus larvas acuáticas tienen hábitos cavadores, razón por la cual se les encuentra muy comúnmente en bancos de arena, lodo, grava y escondidas entre los detritos que se acumulan en las orillas de los cuerpos de agua.

Palabras clave: insectos acuáticos, Gomphidae, larvas cavadoras.

Las libélulas son uno de los grupos de insectos voladores actuales más antiguos que han poblado la Tierra. Sus ancestros aparecieron hace unos 300 millones de años en el período Carbonífero de la Era Paleozoica. Se cree que se originaron como insectos terrestres y que posteriormente sus larvas (estados inmaduros) invadieron el medio acuático. Actualmente se les puede encontrar prácticamente en cualquier ambiente de agua dulce en todo el mundo, incluso algunas especies se han adaptado a vivir en ambientes salobres. Las libélulas pertenecen al orden Odonata y son un grupo relativamente pequeño con alrededor de 6,332 especies en todo el planeta, aunque cada año se siguen descubriendo nuevas especies para la ciencia, por lo que se estima en 7,000 el número de especies que pudieran existir.

Las llamadas libélulas “topo” pertenecen a la familia Gomphidae, que junto con Libellulidae y Coenagrionidae, son las tres familias más ricas en especies dentro del orden Odonata. Los gónfidos son cosmopolitas y se conocen alrededor de 1,005 especies. En México se han registrado, a la fecha, 67 especies de gónfidos. Al igual que el resto de las libélulas, todas sus especies son depredadoras. La gran mayoría de las especies habitan en cuerpos de agua corriente, aunque unas cuantas lo hacen también en aguas estancadas. Se les denomina “topo” porque sus larvas tienden a cavar en los sustratos que se encuentran en el fondo de ríos y arroyos, pero también de lagunas, lagos y estanques; esto con el fin de ocultarse de los posibles depredadores y, a la vez, para sorprender a sus presas. Los sustratos preferidos son el lodo, arena, grava fina, grava gruesa, hojarasca y los detritos que se acumulan en las orillas de los cuerpos de agua. Ecológicamente las libélulas “topo” se han clasificado en tres grupos: 

  1. Individuos de movimientos lentos que se esconden ellos mismos bajo la hojarasca o el detrito de hojas combinado con sedimento fino de limo y lodo;
  1. Individuos que cavan activa y superficialmente para esconderse entre la grava gruesa o fina, arena y limo;
  1. Individuos que cavan activamente para esconderse generalmente en lo profundo del lodo.

Fig. 2. Cabeza y tórax de la larva de Phyllogomphoides pugnifer mostrando el segmento antenal 3 cilíndrico, los tarsos anteriores de dos segmentos y los ganchos cavadores del primer par de patas.  (Foto Rodolfo Novelo).

 

Las larvas de los gónfidos exhiben una gran variación en su morfología externa, más que el resto de las libélulas. Mientras que en la mayoría de las larvas de libélulas las antenas son alargadas y de siete segmentos y los tarsos de los tres pares de patas son de tres segmentos, en los gónfidos las antenas son de cuatro segmentos con el tercer segmento hipertrofiado y el cuarto generalmente muy reducido o vestigial (Fig. 1); además, los tarsos del primero y segundo pares de patas son de dos segmentos (Fig. 2). Se cree que estas características han sido retenidas de una condición ancestral.

Las larvas maduras de las libélulas “topo” varían en tamaño desde los 14 a los 45 milímetros de longitud. Una de las especies de mayor tamaño es Sinictinogomphus clavatus de la región Oriental. Una carácterística típica de las libélulas “topo” es la presencia de abundantes pelos, principalmente en las patas y antenas. Las antenas son muy variables, sobretodo el tercer segmento, el cual puede ser alargado y cilíndrico (Fig. 2), oval y aplanado, triangular y cóncavo dorsalmente o como se muestra en la figura 1. El cuerpo en general puede ser ancho y semicircular (Fig. 3) o alargado y esbelto (Fig. 4); los dos primeros pares de patas generalmente llevan ganchos cavadores en disitinto grado de desarrollo (Fig. 2); los primordios alares se van desarrollando
en forma paralela o divergente (Fig. 3); el abdomen puede llevar espinas en la línea media dorsal y en el ángulo posterolateral de los segmentos que lo conforman (Fig. 3) o carecer totalmente de ellas. En ocasiones el segmento abdominal 9 o el 10 se alarga mucho para formar un tubo a manera de sifón (Fig. 4) que le permite a la larva permanecer enterrada en el lodo mientras la punta del abdomen está en contacto con el agua para poder respirar. 

Las larvas de los gónfidos, como el resto de las libélulas del suborden Anisoptera, no tienen branquias externas para respirar, pero en cambio tienen una “canastilla” de branquias en el recto del intestino posterior para llevar a cabo el intercambio gaseoso; para esto, tienen que bombear agua dentro del recto, la cual suelen expulsar de manera violenta cuando se ven amenazadas por algún depredador y que las hace proyectarse hacia el frente, a manera de propulsión a chorro.

Las larvas de los gónfidos son las que presentan los ciclos de vida más largos entre las libélulas. Generalmente el desarrollo larval tarda entre dos y tres años en completarse y a veces hasta cuatro o más. Una excepción notable es la especie africana Paragomphus genei que habita en Namibia, la cual puede completar su desarrollo en 60 días, de modo que puede tener dos o más generaciones por año.

Finalmente, por ser habitantes principalmente de ríos y arroyos, las libélulas “topo” están amenazadas por distintas actividades humanas como la contaminación del agua por descargas domésticas e industriales, la construcción de represas, el desvío de ríos y la destrucción de la vegetación ribereña, entre otras.