Mosca cabeza de martillo

Olinda Velázquez López y Rodrigo Lasa Covarrubias

Red de Manejo Biorracional de Plagas y Vectores, Instituto de Ecología A.C.

 Detalle de la cabeza de dos machos con diferente dimensión en la extensión de los ojos

Las moscas cabeza de martillo son llamadas así porque los machos presentan una peculiar extensión de los conductos oculares que les confieren una cabeza con una forma que se asemeja a la de un martillo. Estos curiosos insectos forman parte de varias familias de dípteros como los Ulidiidos, Diopsidos y Ricardidos.

Entre estas moscas con cabeza de martillo, Plagiocephalus latifrons (Hendel) (Diptera:Ulididade), es una especie que curiosamente forma parte de la fauna de dípteros que habitan en las proximidades de Xalapa. Trabajos realizados durante el otoño-invierno de 2012 permitieron detectar más de 50 individuos en la zona alta del valle de Actopan, a escasos 5 km de la ciudad de Xalapa. Aunque es considerado un insecto muy raro, su distribución actual abarca todo Centroamérica y algunos países de Sudamérica como Brasil y Paraguay (Kameneva, 2004). En México, han sido capturados varios individuos en los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Veracruz (Vicente Hernández Ortiz, Comunicación personal).

Poco se conoce sobre la biología y comportamiento de este insecto. En México, principalmente han sido detectados en zonas de clima tropical, y asociados a cultivos de caña, en donde al parecer se alimentan de microorganismos y materiales en descomposición. Existe un curioso dimorfismo sexual entre hembras y machos.

Detalle de la extensión en uno de los ojos.A diferencia de las hembras, los machos de esta mosca tienen una cabeza desproporcionadamente grande con respecto al resto de su cuerpo. La extensión de los ojos puede ser exageradamente grande, tanto que incluso supere a la longitud del cuerpo. En el momento de la emergencia de las pupas, la cabeza de la hembra y el macho son iguales. El proceso de extensión ocular en los machos se produce poco después de emerger de la pupa, mientras los tejidos del insecto están suaves y blandos, y antes del proceso de endurecimiento de estos tejidos por una sustancia llamada quitina. El macho tiene la capacidad de ingerir aire a través de la cavidad oral y bombearlo a través de conductos en la cabeza presionando los tallos oculares y distanciando, poco a poco, los ojos de la cabeza. Este dimorfismo es un mecanismo de selección sexual, que genera una fuerte preferencia de las hembras hacia los machos que poseen la cabeza expandida. Cuanto mayor es la extensión de los ojos, mayor atracción sexual generará sobre las hembras. Los machos, en los lugares de apareamiento hacen rituales de pelea donde se exhiben e impresionan a las hembras. Los machos con mayor extensión de ojos tienden a ser más agresivos y consiguen ganar más batallas en las zonas donde los machos se agrupan para llamar y copular con las hembras. Los científicos desconocen porque estas moscas disponen de los ojos expandidos, en vez de otra parte del cuerpo.

Hembra de mosca cabeza de martillo, Plagiocephalus latifrons.Poco se sabe de la fuerza de la naturaleza que genera esta selección. Se cree que los machos cuyos ojos se separan del cuerpo, disponen de una mejor visión perimetral y una mayor sensibilidad a las condiciones ambientales, lo que podría señalarlos como individuos de mejor calidad genética. En algunas especies similares, parece haber cierta evidencia de una mayor fertilidad en machos con extensiones largas de los ojos que en machos con extensiones pequeñas. Igualmente, algunos ensayos realizados con otras especies emparentadas indican que aquellos machos que han crecido en condiciones ideales, sin stress en cuanto a la disponibilidad y calidad de dieta, tienen mayor elongación de los ojos lo que los señalaría como individuos más sanos.

Debido a la baja presencia de esta especie en los ecosistemas, la mayor parte de las teorías mencionadas no han sido estudiadas con detenimiento para esta curiosa especie en la que todavía queda mucho por descubrir.

 

 

Bibliografía

Kameneva, E. P. 2004. Vestnik zoologii, 38(4): 15–22.