El golfo y las tormentas: atracción fatal

Dr. Alejandro Yáñez-Arancibia

El Golfo de México es un ecosistema compartido. Los problemas y las soluciones competen a México y los Estados Unidos en franca colaboración. Desde los últimos 25 años, vivir en la costa del Golfo es enfrentarse a las inundaciones de primavera en los Estados Unidos, y de verano-otoño en México.

Es vivir cada año sufriendo mayor frecuencia e intensidad de huracanes en ambos países. Es cuantificar el colapso estacional de las actividades agropecuarias, pesqueras, turísticas y la erosión de las playas. Y es contemplar  la pérdida sostenida de humedales costeros por acciones del hombre. Paradójicamente, las inundaciones y las tormentas tropicales son fenómenos que controlan la expresión del paisaje y modulan la productividad natural de los recursos naturales de la zona costera.

Los recursos costeros del Golfo, desde el punto de vista social y económico, se extienden desde la planicie costera hasta el efecto de los ríos hacia el mar adyacente como una pluma estuarina. Todos esos recursos –p.ej., petróleo, gas, agricultura, ganadería, bosques, playas, pesca, puertos, turismo, otros–, utilizan agua para su producción de manera directa o indirecta y tienen mejor rendimiento si el paisaje es ecológicamente saludable; por lo tanto, son recursos dependientes de los humedales y de su integridad ecológica. Paradójicamente, México y Estados Unidos –en conjunto– pierden aproximadamente 250 kilómetros cuadrados de humedales cada año, principalmente por contaminación, dragado de canales, relleno de áreas de inundación natural para expansión agropecuaria, urbana e industrial, construcción de infraestructura que intenta manipular el curso natural de los ríos, y todo ello alterando la dinámica hidrológica de las costas del Golfo. En México esto se hace cotidianamente y sin planificación ambiental estratégica para la zona costera.

Los cinco estados de la Unión Americana y los seis estados de México contribuyen con 72 millones de habitantes en el Golfo. Esto es una demografía espectacular que demanda servicios, trabajo y bienestar; para un sistema ecológico que produce a los dos países –en conjunto– 150 billones de dólares anuales como valor sólo de cinco actividades productivas regionales (petróleo, gas, puertos, pesca y turismo). Todo ello dependiendo de una explotación conjunta de 33 ríos principales que descargaran en promedio anual más de 35 mil metros cúbicos por segundo, a través de una cuenca de drenaje global de más de 5 millones de kilómetros cuadrados, acoplado a 207 ecosistemas de lagunas costeras y estuarios, incluyendo 450 mil kilómetros cuadrados de humedales costeros.

Como el deterioro ecológico es evidente, se trata de una economía insustentable, para una sociedad demandante, dentro de un sistema ecológico en riesgo severo para las próximas décadas. El resultado es una evidente incertidumbre hacia la “Insustentabilidad del Producto Interno Bruto/Golfo-dependiente” para las próximas décadas, tanto en México como en los Estados Unidos.

 

El Golfo y las Tormentas: Atracción Fatal

El hombre se ha encargado de desarticular la unión “clima-paisaje-productividad natural-explotación racional-desarrollo socio económico sustentable”. En ese contexto, la ecuación “recursos declinando/crisis energética/crisis económica/cambio climático”, es muy delicada. Y es aquí donde radica el gran problema de articular piezas de una ecuación –energía, economía, cambio climático– que parece sin solución, porque no es simplemente una ecuación de piezas en relación numérica, sino de piezas en interrelación humanística y de comportamiento social.

Por el escenario que se vislumbra, es muy probable que México y Estados Unidos se enfrenten en el siglo XXI a lo peor de dos alternativas y en efecto sinérgico. La dependencia continuada de los carburantes fósiles con graves consecuencias geopolíticas y socioeconómicas; por ejemplo, no olvidemos el derrame de los pozos petroleros Ixtoc-1 en 1979 en México, y el Deepwater Horizon BP en 2010 en Estados Unidos (los dos más grandes en la historia del Golfo) y la acumulación acelerada de gases de efecto invernadero, que producirán desastres climáticos cada vez más graves en el Golfo. La era del petróleo barato ha terminado, actualmente se consumen en el mundo más de cinco barriles de petróleo por solo uno que se produce y, para el 2030, la economía mundial deberá moverse con energías alternativas porque el “oro negro” habrá terminado y contribuirá muy poco a la economía de ambos países.   La “victoria del debate económico” fue ilusoria en el siglo XX, porque los modelos fueron basados en información incompleta y desconocimiento de la dinámica natural de los ecosistemas. La economía futura deberá ser enseñada en las universidades desde una perspectiva biofísica y social; porque los límites del crecimiento los impone la Naturaleza y no los modelos económicos neoclásicos teóricos soportados por tecnología y economía de mercado, apoyándose en instrumentos de desarrollo que ya no aplican frente a un Golfo de México enfermo.

La crisis energética y el cambio climático no son, en ningún sentido causa/efecto. Pero ambos fenómenos coexisten y se retroalimentan negativamente. En el Golfo, mientras el petróleo está en franco declive, las tormentas y huracanes están en franco aumento, tanto en intensidad como en frecuencia. Desde hace poco más de dos décadas, el Golfo presenta claramente todos los ingredientes que se requieren para la formación y atracción de huracanes: temperatura superficial del océano con más de 26 grados centígrados, humedad atmosférica de más de 85 por ciento, intensa circulación vertical de vientos por diferencia térmica en la interacción océano-atmósfera, temperaturas de aguas de la Corriente del Caribe que penetran al Golfo con más de 30 grados centígrados, expansión térmica de la capa superficial del océano, tormentas tropicales severas con pequeño umbral para cambiar a huracanes, entre otros. Lo cual determina el paso ideal para la formación de huracanes atraídos hacia el Golfo de México.

Recientemente hemos descrito para el Golfo un “túnel térmico” con efecto embudo que conforma la ruta persistente de las tormentas tropicales del Atlántico Norte que luego como huracanes son atraídos fuertemente hacia el Golfo. Las proyecciones son dramáticas para los próximos años: Se presumen más de 25 tormentas severas anualmente, la temperatura global se incrementará entre 2 y 5 grados centígrados en los próximos 80 años, el ascenso relativo del nivel medio del mar se incrementará entre 1 y 1.5 metros para fines del siglo, la erosión de playas irá en aumento, por el “efecto montaña de las lluvias” algunos ríos arrastrarán más agua y sedimentos hacia el mar, las inundaciones de la llanura costera serán recurrentes, y algunas ciudades costeras como Tuxpan/Pánuco, Veracruz/Boca del Río, Coatzacoalcos, Alvarado/Tlacotalpan, Villahermosa, Ciudad del Carmen, Celestún, Cancún y Chetumal, mostrarán un nivel de vulnerabilidad mucho más severo que lo visto hasta ahora. Todo esto es un universo nuevo de incertidumbre e insustentabilidad para las actividades económicas, el desarrollo social, y la protección civil de la ciudadanía. La planificación ambiental estratégica para la zona costera es en extremo muy urgente en el marco de una política ambiental nacional.

Cabe destacar que para la temporada de huracanes desde 2004 a 2012 significó más de 250 mil millones de dólares de impacto económico para Estados Unidos y México. Y para el periodo 2012 a 2013 rebasó los 5 mil millones de dólares. Esto, sin considerar el impacto sobre los servicios ambientales del ecosistema costero del Golfo y las pérdidas por la desintegración ecológica.

Jamás, en ningún otro momento de la historia, los líderes políticos nacionales e internacionales, se habían enfrentado a tantos desafíos relacionados con la obtención, la distribución y el uso de los recursos naturales clave como energía, alimentos y agua; dentro de una incertidumbre severa para el desarrollo social y económico. Para algunos, el solo hecho de obtener suficientes materiales como para mantener el ritmo del crecimiento económico desbocado ya será una misión titánica y compleja en extremo. Para otros la verdadera labor consistirá en perpetuar los estándares de vida acostumbrados frente a una intensa competencia política. Sin embargo, en última instancia, todos y cada uno (la política, la ciudadanía, la ciencia, la tecnología, el desarrollo socio-económico), tendremos que enfrentarnos a los dilemas que plantean, por una parte el crecimiento “desarrollista” insustentable y el crecimiento negativo que se avecina y, por otra, los recursos naturales del Golfo de México en franco declive y los efectos cada vez más nefastos entre el maridaje de la crisis energética con el cambio climático global.

El Golfo de México es un macro ecosistema que nos indica que: ¡Las luces rojas ya están encendidas!

                                                     

Bibliografía de Respaldo

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