Sobre la complejidad de los ecosistemas y los problemas ambientales

M. Luisa Martínez, Octavio Pérez-Maqueo y Marta Ceroni

Muchas veces, el impacto que tenemos en la naturaleza es difícil de comprender, puesto que es complicado percibir las consecuencias de nuestros actos. Por ejemplo, ¿a quién se le iba a ocurrir que, si tiro una bolsa de plástico en la calle de una ciudad en las montañas, puede matar a una ballena porque la confunde con una medusa? o si aplico insecticidas en mis cultivos, ¿por qué se van a morir las águilas? O, ¿por qué una escollera va a causar erosión, si se construyen para proteger la costa?

Estos son algunos ejemplos que muestran que las consecuencias de nuestros actos no siempre tienen resultados directos y muchas veces son contrarios a nuestra intuición. De hecho, en la mayoría de los casos el daño que causamos al ambiente no es intencional y ocurre por desconocimiento de la complejidad de las interacciones del planeta. Por lo tanto, es imperante reflexionar sobre este tema, ya que es fundamental que se mantenga la integridad de los ecosistemas naturales por el respeto que le debemos a los millones de especies con quienes compartimos el planeta y porque la subsistencia de nuestra especie depende de ello. 

Conscientes de esta problemática, un grupo de filósofos, científicos y expertos en el manejo de los recursos naturales, propusieron la idea del “pensamiento de sistemas”. Esta forma de analizar los problemas ambientales considera que el mundo es un sistema complejo donde todo está interconectado. Se reconoce que nuestro planeta y nuestra sociedad tienen características que se deben conocer y analizar para empezar a tomar decisiones adecuadas y con conocimiento.

Para empezar, es importante tener en cuenta que el todo es mucho más que la suma de sus partes. Veamos por ejemplo un elefante. Si analizáramos cada parte, sin ver el resto, podríamos decir: que se parece a un tronco, si solo vemos una pata; a una serpiente, si analizamos la trompa; a una cuerda si sólo vemos la cola; o una alfombra si sólo vemos el lomo. Entonces, al sumar las partes, podríamos llegar a la conclusión de que un elefante es un árbol, con una cuerda, una serpiente y una alfombra, lo cual ¡dista mucho de lo que en realidad es un elefante! (Figura 3). Además, aún cuando vemos el todo, cada quien observa cosas diferentes. Si por ejemplo vemos el paisaje de la figura 1, los pensamientos asociados a esta imagen serían muy diferentes para diferentes tipos de personas. Un desarrollador verá una hermosa playa donde se pueden poner restaurantes y hoteles; un ecólogo encontrará especies que proteger; un meteorólogo verá las nubes y pensará en el próximo huracán. Es decir, ven lo mismo, pero no es igual.

Otro aspecto que se debe reconocer, es que todos los sistemas (sociales, económicos, naturales) son dinámicos y se encuentran en un cambio constante. Los cambios pueden ocurrir en escalas superiores a la percepción humana (como fueron los 1,000 años que duró el imperio romano o es la formación de un bosque), pero eso no quiere decir que los sistemas sean ni permanentes ni eternos. También es importante tomar en cuenta que todas las partes y acciones en un sistema interaccionan y se afectan a otras. Por ejemplo, el desmonte de los bosques en las montañas puede generar procesos acelerados de inundación en la planicie costera, cuando ocurren lluvias intensas en la montaña. Las inundaciones ocurridas en Tlacotalpan en 2010 fueron un ejemplo de este tipo de interacciones (Figura 2).

Los sistemas también dependen de la historia. Muchas acciones son irreversibles y dependen del momento histórico en que se tomaron las decisiones. Por ejemplo, las ciudades construidas en zonas de alto riesgo como puede ser la orilla de un río que tiende a desbordarse, no pueden ser eliminadas. La población que actualmente habita en estas ciudades debe asumir las consecuencias

de esta decisión tomada en el pasado y hacer frente a este riesgo. No obstante, para la construcción de ciudades futuras bien se puede aprender de esto y no repetir los errores del pasado.

Después de ver estos ejemplos de las características complejas de nuestro entorno, es comprensible que la solución a los problemas ambientales, en el contexto del desarrollo social y económico, es todo menos sencillo. Sin embargo, no debemos claudicar en la idea de que es posible alcanzar desarrollo que sea ambientalmente saludable, socialmente justo y económicamente viable. Para ello, debemos de empezar a pensar considerando al planeta como un sistema para poder tomar mejores decisiones que nos beneficien a todos.

 

Fotografías

Figura 1: Cuando vemos el mismo paisaje, podemos llegar a diferentes conclusiones, dependiendo del punto de vista. Unos verán una hermosa playa llena de especies que hay que proteger y estudiar; otros una zona para poner hoteles y restaurantes, y quizás otros verán un lugar para construir un embarcadero.

Figura 2: Las inundaciones de Tlacotalpan de 2010 fueron, al menos en parte, producto de la deforestación de las zonas montañosas y la abundante lluvia de un huracán: resultado inesperado.

Figura 3:  Si analizamos un elefante por partes y sumamos las conclusiones, quizás no llegaremos a concluir que se trata de un elefante, porque no lo vemos en su conjunto.